Tanto el jugo de granada como el de tomate a menudo se promocionan como formas naturales de reducir la presión arterial, un paso clave para reducir el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Si bien ambos ofrecen beneficios potenciales, la evidencia actual sugiere que el jugo de granada puede ser ligeramente más efectivo, aunque cualquier efecto tiende a ser temporal. La clave está en cómo estos jugos interactúan con los procesos naturales del cuerpo.
Jugo de granada: un efecto más fuerte, pero fugaz
Los estudios indican que consumir de 5 a 10 onzas de jugo de granada al día puede reducir la presión arterial sistólica (el número superior) en aproximadamente 5 a 7 puntos. Sin embargo, esta reducción parece durar sólo unos dos meses. El mecanismo detrás de este efecto probablemente involucra nitratos naturales que se encuentran en las granadas. Estos nitratos se convierten en óxido nítrico, que relaja y dilata los vasos sanguíneos, aliviando la presión.
Además, el jugo de granada contiene antioxidantes que inhiben las enzimas convertidoras de angiotensina, un elemento crítico en la regulación de la presión arterial. Una sola taza proporciona una dosis sustancial de potasio (533 mg), que ayuda a reducir la presión arterial, aunque una ingesta excesiva puede resultar problemática para personas con problemas renales.
Jugo de tomate: una opción menos estudiada pero aún útil
Si bien la investigación que respalda el jugo de tomate es menos extensa, alguna evidencia sugiere beneficios, particularmente del compuesto licopeno. El licopeno, un antioxidante, protege las células de los vasos sanguíneos. El jugo de tomate también aporta potasio (527 mg por taza), un poco menos que el jugo de granada, lo que contribuye al control de la presión arterial.
Más allá de la presión arterial: beneficios de salud adicionales
Ambos jugos ofrecen ventajas para la salud más amplias. El jugo de granada puede ayudar a reducir el colesterol LDL (“malo”) y aumentar el colesterol HDL (“bueno”). El jugo de tomate, gracias al licopeno, también puede reducir la acumulación de plaquetas, reduciendo ligeramente el riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular.
Sin embargo, el jugo de tomate ofrece una ventaja nutricional. Una taza contiene más proteínas (2 g frente a 0 g), fibra (2 g frente a 0 g), calcio (42 mg frente a 20 mg), hierro (1 mg frente a 0,2 mg), vitamina A (55 mg frente a 0 mcg) y vitamina C (42 mg frente a 0 mg) que el jugo de granada.
Consideraciones importantes antes de beber
Los expertos enfatizan que una dieta equilibrada rica en verduras, frutas y cereales integrales es el método más fiable para controlar la presión arterial. Depender únicamente del jugo no es una solución sostenible. Si considera jugo de granada o tomate, tenga en cuenta las posibles interacciones.
El jugo de granada puede interferir con ciertos medicamentos, incluidos los medicamentos para la presión arterial, así que consulte primero a un médico. También tiene significativamente más azúcares naturales (34 g frente a 6 g por taza) que el jugo de tomate, lo que lo hace menos ideal para quienes controlan la diabetes o controlan su peso. Como señala el cardiólogo Kaustubh Dabhadkar: “A menudo es mejor comer las calorías que beberlas. Las fibras de las frutas y verduras enteras ralentizan la absorción del azúcar”.
En última instancia, ambos jugos pueden ofrecer un apoyo temporal para la presión arterial, pero ninguno sustituye un estilo de vida holístico y saludable. El jugo de granada parece tener una ligera ventaja en la investigación, pero el jugo de tomate proporciona más nutrientes esenciales.
